Carta abierta al editor que vive en nosotros (por leonardopanta)

Este árticulo en forma de carta pretende ser una reflexión sobre el uso del lenguaje en Hattrick.

Carta abierta al editor que vive en cada uno de nosotros

Estimado señor o señora:
Como un usuario más del juego estratégico en línea llamado Hattrick y participante activo de la comunidad virtual creada a partir de este particular sitio, me dirijo a usted con el fin de realizar un llamado a la solidaridad, apelando a una voz interior que vive en cada uno de nosotros a pesar de que en los tiempos que corren es difícilmente escuchada.
Internet se caracteriza por su vertiginoso ritmo, capaz de conectar personas en segundos pese a distancias espaciales insalvables en la realidad no virtual, y también con la capacidad de ofrecernos la posibilidad de que nuestras palabras, acciones o incluso imágenes sean de conocimiento público en cuestión de segundos. Ante este particular e inédito (históricamente) panorama, vemos que el arma en cuestión no tiene seguro: Internet no posee filtros, su poder es incontrolable. Básteme como ejemplo citar a los tantísimos videos que han salido de la esfera privada y ya en la red, su divulgación ha sido imposible de detener a pesar de demandas legales u otros recursos. En este contexto, Hattrick no es una excepción.
Los foros se encuentran poblados virtualmente de gente que tiene la posibilidad de volcar desde reflexiones y conclusiones del juego, hasta comentarios personales sobre cualquier tema. Y pese a los denodados intentos de los famosos moderadores, las opiniones se cuelan en horarios propicios para huir de la censura. En pocos meses he leído insultos, obscenidades y comentarios perjudiciales de carácter personal entre usuarios, mensajes que han tenido vida efímera en su mayoría, pero vida al fin en la realidad virtual del juego.
De menor urgencia pero no de menor importancia, ya que en este caso no hay moderadores que intervengan, está el empobrecimiento del lenguaje en Hattrick. Lejos estoy de ser un purista, cualquiera que haya leído mensajes míos encontrará en ellos abreviaturas, uso permanente de puntos suspensivos y demás alteraciones al uso correcto según la RAE del español. El empobrecimiento al cual me refiero es uno que no tiene patrón alguno, ya que no es elegido. No usar acentos puede ser una elección del usuario en Internet, si hablamos de un mensaje en un foro, pero no ponerle la “h” a “habilidad” no es una elección, sino una carencia. El mal uso de los tiempos verbales no es algo que irrita a alguien obsesionado con la gramática, sino que puede generar problemas de comprensión. Y más grave aún, es lo que todo esto implica: nuestros pensamientos abstractos se estructuran en palabras, cuando hay una pobreza o deficiencia en nuestro lenguaje, casi seguro habrá una deficiencia en nuestro razonamiento. El lenguaje es el destornillador del mecánico para la reflexión, sin un destornillador bueno y sin hacer un uso correcto del mismo, es imposible concebir un buen trabajo.
El gran aliado del empobrecimiento es el anteriormente mencionado vértigo reinante, que logra que la voz débil en nuestro interior, la voz del editor que nos insta a releer y repensar nuestras palabras, sea silenciada por los gritos del ENTER que invita a que nuestras palabras lleguen más velozmente a los ojos de decenas, cientos o miles de lectores.
Esta carta se dirige a esa vocecita que cada vez tiene menos fuerza pero que necesitamos rescatar. Esa voz tiene que ser clara y contundente; una guía que nos organice para expresarnos en plenitud, ya que lamentablemente las palabras muchas veces causan daños irreparables. Aquellos que hayan dicho algo de lo que se arrepienten podrán entender que lo dicho, dicho está. Las palabras tienen un poder inconmensurable como para que sucumbamos a los tiempos de Internet.
A aquella voz, a aquellas voces, y a aquellos que las tenemos que escuchar, este usuario les pide un trabajo en conjunto. Releamos y repensemos nuestras palabras. Que reine el cuidado de los más preciado, la razón por la que jugamos: el lenguaje. Porque no debemos olvidar que, cuando leemos que tal o cual jugador subió de excelente a formidable y nos ponemos contentos, nuestra alegría radica en que una palabra en el juego ha cambiado.
Cuidemos nuestras palabras.

Atentamente,
Leonardo Pantaleo

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